Principio primero. La estructura gobierna la función.
La estructura representa las diferentes partes del cuerpo (huesos, músculos, órganos…), considerando el ser humano como un todo unido e indivisible. La función es la actividad de cada una de las partes.
La enfermedad no puede desarrollarse si la estructura está en armonía; por lo tanto el desorden de la estructura produce el origen de las enfermedades. Esta relación estructura-función es aplicable a todos los elementos del cuerpo.
Cuando las estructuras corporales se mueven con normalidad, el cuerpo está en equilibrio y no hay lugar para la instalación de la patología. Esta podrá aparecer cuando se altera la movilidad debido a la tensión del sistema fascial: es la disfunción mecánica que genera procesos de tensión y restricción que serán el origen de la sintomatología.
Principio segundo. La unidad del cuerpo.
La noción de globalidad está determinada por el sistema fascial ya que todas las estructuras corporales están envueltas y comunicadas entre sí por medio de la fascia: esto asegura la unidad de función en todo el cuerpo.
Por lo tanto, el movimiento de cualquier estructura repercute en el resto del organismo, y la alteración de movilidad de una de ellas afectará el funcionamiento del cuerpo entero, ya que es la restricción de la fascia la que produce la disfunción. De este modo, el síntoma puede estar muy lejos de la causa
Principio tercero. La autocuración.
El cuerpo es capaz de autocurarse, ya que cuenta con todos los medios necesarios para eliminar o reprimir enfermedades. Esto es así a condición de que estos medios (conductos nerviosos, linfáticos, vasculares,…) estén libres, no obstaculizados, permitiendo la nutrición celular y eliminación de desechos.
Por lo tanto, si la salud se afecta, el remedio lo encontraremos en el cuerpo mismo. Liberando las restricciones mecánicas posibilitamos que el organismo recupere la homeostasis.
Principio cuarto. La ley de la arteria.
La sangre es el medio de transporte de todos los elementos que permiten asegurar la inmunidad natural. El papel de la arteria es primordial, y su perturbación conllevará una mala circulación arterial, retorno venoso deficiente y acumulación de toxinas. La enfermedad se instala siempre por la ley del mínimo esfuerzo sobre el órgano así debilitado.
Si la anatomía corporal se mueve con normalidad, sin restricciones, los nervios llevarán la información correcta, la sangre y los líquidos nutrirán al cuerpo y lo limpiarán de toxinas, de manera que ni los síntomas ni la enfermedad podrán aparecer.